Trepidante concierto, ayer, de The Tallest Man On Earth en Barcelona. Larguísimas y poéticas letras, cantadas de modo excepcional, con un dinamismo sobre el escenario que te impedía pestañear. Y qué modo de tocar la guitarra (¡las guitarras!), con un «fingerpicking» diabólico.

Curioso ritual el del cambio de guitarra (¿más de diez diferentes?), con el instrumento siempre a punto, con los ajustes y afinaciones diversas y precisas: impecable cambio de guitarra en unos segundos al tiempo que lanzaba la púa hacia el espacio.

Uno no debería extrañarse, a estas alturas, de las consecuencias de la «globalización», pero no deja de ser curioso que Kristian Matsson maneje de este modo tan brillante, en Suecia, las claves de la canción de raíz folk americana. Imposible no acordarse ayer de Bob Dylan o Neil Young; y de Nick Drake, me apuntan, también. Qué suerte tuve ayer, de estar ahí, jo.

Y no me olvido de The Tarantula Waltz, telonero y compatriota de Matsson, que resultó un aperitivo exquisito, acústica en mano, voz dulce y potente, con canciones preciosas, y que mereció más respeto por parte del respetable.